Los doctores Eduardo San Román, jefe de la UTI del Hospital Italiano, Héctor Ferraro, jefe de Terapia Intensiva y recuperación quirúrgica del Finochietto, y Nicolás Lista, coordinador de la terapia 2 del Muñiz, señalan la importancia de médicos, enfermeros y kinesiólogos por cada enfermo grave
El paciente COVID es un paciente muy grave al cual estamos acostumbrados en medicina crítica solo que esta vez vienen en una cantidad tal que hace difícil su contención. Esta patología mantiene camas ocupadas por mucho tiempo, presenta una larga evolución y mayor gravedad. La gravedad indica cada cuántos minutos debe ser evaluado el enfermo y cada cuántos minutos hay que cambiar conductas en búsqueda de una mejoría”, explica Eduardo San Román, MN59830, Jefe del Servicio de Terapia Intensiva Adultos, del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Los pacientes que están con un respirador y tienen enfermedad pulmonar grave requieren mayor atención de enfermería y de kinesiología. En promedio suelen pasar más de 20 días intubados y luego, según cada caso, deberán continuar internados hasta el alta otros 20 días más. Al aumentar el número de casos y no así el número del recursos humanos comienzan las dificultades, según señalan los expertos.
“Una relación óptima a nivel mundial es que un enfermero especializado debería atender dos pacientes ventilados en forma exclusiva, mientras que un kinesiólogo o médico puede aumentar mucho más su capacidad de acción si esta relación enfermero/paciente se cumple y se adecúan estrategias institucionales para aumentar esa posibilidad de trabajo con no especialistas, desde ya siempre dirigidos por un intensivista”, aclara el médico con más de 40 años de experiencia.
“Según revistas especializadas, las estrategias para optimizar los recursos humanos, mejorando la atención de la mayor cantidad de pacientes posibles, debe ser evaluado -dice San Roman- en el contexto no solo de la medicina critica sino de catástrofe o desastre”.
Por su parte, Héctor Ferraro, MN: 54342 Jefe de Terapia Intensiva y Recuperación quirúrgica, del Sanatorio Finochietto, pone el énfasis en las características particulares del paciente COVID, que demanda, sí o sí, mayor atención en terreno. “Su principal problema es la afección pulmonar y los trastornos en la oxigenación. Tiene un alto requerimiento de drogas sedantes, analgésicos (opiáceos) y relajantes musculares. Además, necesitan repetidos ajustes en el nivel de sedación, cambios en los controles del respirador y modificaciones en la posición corporal (la aplicación del decúbito prono, posición boca abajo). En consecuencia, se vuelve necesario mayor recurso humano. Todo esto en el marco del ingreso a una sala en la que el miembro del equipo de salud puede contagiarse si no cumple con todas las medidas de seguridad, utilizando los elementos de protección personal o EPP”.
Nicolás Lista, MN 108427, Coordinador de la terapia 2, del Hospital Muñiz, resalta que los pacientes COVID “demandan un mayor trabajo de equipo. Por ejemplo, para dar vuelta a un paciente (pronación/supinación) que esta intubado, con vías, sondas etcétera, se necesitan entre 5 a 8 personas dependiendo del peso y/o cantidad de vías que hay que cuidar para que no se pierdan. Por otro lado, el trabajo de kinesiología y enfermería es mayor y el acceso al paciente esta dificultado por tener que vestirse y desvestirse de manera especial. No es lo mismo que 10 pacientes críticos sean atendidos por 1 médico y 2 enfermeros, a que sean atendidos por 2 médicos de guardia, más médicos de planta, coordinadores, 5 enfermeros y kinesiólogo las 24 horas. Cabe aclarar que el personal tiene que estar especializado en terapia intensiva que es la condición excluyente en la atención de este tipo de paciente”.
Morir de COVID
Actualmente, con las nuevas cepas, el porcentaje de pacientes que puede necesitar terapia intensiva, sobre el total de pacientes internados, va en ascenso, pudiendo superar, según los casos, el 10%. Y de ese porcentaje, más del 80% necesitará un respirador.
Pero estos son solo números. Lo importante es conocer el estado previo del paciente para definir las posibilidades de éxito. Así, la mortalidad depende de varios factores, donde el más importante es el sobrepeso y la obesidad, además de la diabetes y otras enfermedades prexistentes. “Tener sobrepeso es ‘el gran enemigo’ de una buena evolución, básicamente porque la obesidad genera un estado de inflamación permanente y debilita la inmunidad”, asegura el doctor San Román.
Según el jefe de Terapia Intensiva del Italiano, “el SARS-CoV-2 es una enfermedad grave y la evolución y secuelas dependerán del grado de agresividad de la misma en cada individuo. En general una persona fallece luego de una larga evolución y complicaciones, aunque hay casos de fracaso pulmonar agudo donde la falta de oxigenación es la causa de muerte. En esta circunstancia, que no supera al 1% o 2% de todos los pacientes ventilados, existe la posibilidad de aplicar ECMO (membrana oxigenadora extracorpórea) pero su disponibilidad en Argentina es muy escasa. El COVID-19 es una enfermedad que no solo pone a prueba el sistema de salud sino a la sociedad toda en su nivel económico y social. Por eso cuando se menciona la mortalidad hay que ser muy cautos y poder desmenuzar los diferentes componentes de una mala evolución”.
“El SARS-CoV-2 es un problema global y exige soluciones globales desde todos los ángulos posibles. Cuanto más ancha sea la diferencia de países en accesibilidad a vacunas y tecnología aplicada a la salud, más larga será la pandemia a nivel global. El COVID no es una enfermedad controlable. ¿Por qué? Simple: no hay una droga anti virus específico. Es como tratar una infección dental, pero sin antibióticos ¿Cómo te iría? ¡Mal! Solo los más fuertes sobrevivirían. ¿Entonces? No jugar con fuego”, finaliza San Román.